Había una vez un viejito llamado Geppetto que vivía solo con su gato Figaro y su grillo Pepito Grillo. Geppetto era un artesano que hacía muñecos y marionetas de madera muy bonitas.
Un día, Geppetto encontró un trozo de madera muy especial y lo usó para tallar y pintar un muñeco. Trabajó mucho tiempo en ese muñeco hasta que quedó listo. Era un muñeco con gorrito, chaleco y nariz muy larga. Geppetto lo llamó Pinocho.
Para sorpresa de Geppetto, de pronto Pinocho cobró vida. ¡El muñeco empezó a hablar, caminar y moverse como un niño de verdad! Geppetto estaba muy contento y dijo que Pinocho sería como su hijo.
Pero Pinocho era un muñeco muy travieso que no obedecía a Geppetto. Un día en vez de ir a la escuela, Pinocho se fue al pueblo a jugar con sus nuevos amigos. Ellos lo llevaron a un circo donde un mal hombre llamado Titiritero lo engañó.
Afortunadamente, el Hada Azul que cuidaba de Pinocho lo rescató y lo llevó de nuevo con Geppetto. El Hada Azul le dijo a Pinocho que si se portaba bien y obedecía a Geppetto, algún día se convertiría en un niño de verdad.
Pero Pinocho seguía haciendo travesuras. En otra ocasión, se fue de viaje a la Isla de los Juegos con su amigo Candlewick. Allí Pinocho se convirtió en un burro por ser desobediente. El Hada Azul tuvo que ir a salvarlo otra vez.
Después de eso, Pinocho cambió su actitud y empezó a portarse bien. Ayudaba a Geppetto en su taller y estudiaba todos los días. El Hada Azul vio que Pinocho se estaba convirtiendo en un niño bueno y responsable. Entonces, con su magia, convirtió a Pinocho en un niño de carne y hueso.
Pinocho y Geppetto estaban muy contentos. Ahora eran una familia de verdad. Pinocho nunca volvió a ser desobediente. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.