Había una vez una hermosa princesa llamada Blancanieves. Vivía en un gran castillo con su madrastra, la malvada Reina. La Reina era muy vanidosa. Tenía un espejo mágico al que todos los días le preguntaba: «Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?» Y el espejo siempre respondía «Tú eres la más bella».
Pero un día el espejo cambió su respuesta y le dijo: «Blancanieves es ahora la más bella». La Reina se puso furiosa al escuchar esto. Llamó a su cazador y le ordenó que se llevara a Blancanieves al bosque. Tenía que matarla y traerle su corazón como prueba.
El cazador se llevó a Blancanieves al bosque. Pero no pudo matarla porque ella era muy dulce. En vez de eso, la dejó huir y le trajo a la Reina el corazón de un jabalí.
Blancanieves encontró una pequeña cabaña en el bosque y entró. Dentro vivían siete enanitos que trabajaban todo el día en una mina. Cuando regresaron a casa, se sorprendieron al ver a Blancanieves durmiendo en una de sus camas. Ella les explicó lo sucedido y ellos aceptaron que se quedara a vivir con ellos para protegerla de la malvada Reina.
Pasaron los días y la Reina preguntó de nuevo a su espejo mágico quién era la más bella. El espejo le dijo que Blancanieves seguía con vida, viviendo en el bosque con los siete enanitos. La Reina se enfureció y decidió deshacerse ella misma de Blancanieves.
Se disfrazó de anciana y preparó una manzana envenenada. Cuando Blancanieves mordió la manzana, cayó al suelo desmayada. Creyendo que estaba muerta, los enanitos la llevaron en una urna de cristal. Pero un príncipe que pasaba la vio y se enamoró de su belleza. La besó, y Blancanieves se despertó de su profundo sueño.
Al final, la maldad de la Reina fue castigada y Blancanieves y el príncipe se casaron y vivieron felices para siempre. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.